Good Morning everyone 

Un martes cualquiera, 8:00 a.m.

Como todos los martes, y todos los días, lo primero que hago es tomar café, entre sorbo y sorbo, reviso WhatsApp, Instagram, Twitter, Tik tok, Warpcast, Discord y como tengo modales cuando se requiere inicio el día con: Good Morning everyone.

De vez en cuando alguien me responde el saludo, pero a veces pasan cosas extrañas como el inicio de una conversación. OMG, qué debo responder, en esos casos siempre me pongo en blanco, no sé si tengo un problema cognitivo, pero me cuesta creer que un desconocido quiera iniciar una conversación. Da igual, al final del día es solo cuestión de adaptación.

—No entiendo, se supone que posteas para generar interacción, eso ya lo sabes, trabajas en una empresa de comunicación, ¿pero, qué pasa? Es solo una interacción, no es que vaya a ser tu amigo después de un post— fuertes palabras de mi voz interior.

Hoy hace una mañana particular, se ve como en esas películas, donde unos cálidos rayos de sol traspasan un muro verde. Un muro de pinos que hacen que la luz se refracte en muchos hilos delgados.

Respiro profundo, el cielo es azul e intenso, no veo una nube, es imposible no sentirse feliz cuando un color invade todo y el calor perfecto del sol de la mañana acaricia tu piel. Los gatos juegan, cazan mariposas pequeñas, se muerden entre ellos, es una escena perfecta, tengo que...

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trato de congelar el momento, ¡bien! una foto perfecta, ya está, sorbito de café.

Martes 8:00 a.m. Agrego en mi post, con una letra amarilla, ya sabes que esas fuentes pequeñas y amarillas en las Stories o Reels dan un toque de sofisticación, como los subtítulos de las películas artísticas, un acto bastante snob que le suma densidad de color a una imagen que ahora, se carga de otro sentido al habitar un post.

Gracias a Octant. Un experimento de financiación participativa de bienes públicos, utilizando el token ERC-20 nativo de Golem, GLM.

Este texto ¿puede ser una conversación?, siempre quiero tener conversaciones, pero me enredo al hablar, no encuentro las palabras y mucho menos se me viene a la cabeza un inicio, un punto de partida interesante, elocuente y lo más importante, envolvente, que haga que quieras prestar atención. 

Recuerdo que, cuando era niña, me fascinaban esas series de terror para adolescentes como Escalofríos, Le temes a la oscuridad, o aquella en la que un anciano, junto a un ataúd, comenzaba a narrar cuentos de ultratumba. Siempre comenzaban con una historia que parecía a la vez cercana y lejana: el relato del amigo, de un amigo, ocurrido en algún lugar incierto, pero dentro de un universo mágico y terrorífico que, de algún modo, resultaba creíble. Todos los niños de esa generación compartíamos, aunque no supiéramos exactamente por qué, una especie de vínculo cultural que nos conectaba en ese relato.

Hace poco leí una frase de Francisco Rodríguez, un quiromante mexicano, que decía que hoy la comunicación ha variado por completo la pulsión natural de nuestras necesidades, ya sean físicas, intelectuales o morales. Esta frase recoge un poco mi manera de pensar la cultura digital.

Lo que conoces como tu identidad es la modelación de tu entorno, tu familia, tus amigos y todo lo que alguna vez consumiste por televisión. Esos memes generacionales que tenemos en común contienen el simbolismo de nuestras creencias sociales, manifiestan nuestras tradiciones y frustraciones colectivas. Tu cultura es esa herencia social de normas, valores y creencias con las que creciste. No hay una cultura, hay diversas culturas, por ende si hablamos de cibercultura, hay diversas ciberculturas; tantas como el espacio o contexto que habitan lo permita.

Todos los universos e historias se han anclado no solo a un tiempo, sino a un lugar, la cultura en su expresión tradicional se liga profundamente a un entorno geográfico, social y material, que a su vez posibilita un sistema relacional, es decir, se crea un sistema donde se practican esas creencias y valores. El espacio físico o contexto en el que vivas influye no solo en tus costumbres, sino en tu lenguaje, tu posición social, las formas de expresión artística y hasta la religión. 

Pero además, tu contexto está generando unas necesidades sociales aparentemente silenciosas que aunque no las puedas palpar, en tu mente mella hay.

La cibercultura es la expresión de la cultura en los espacios digitales; al igual que la cultura tradicional, es un sistema de prácticas, valores y normas sociales que surge en entornos digitales. Este fenómeno va desde el cómo interactuamos en redes sociales, creamos contenido, consumimos información, participamos en economías digitales y pertenecemos a comunidades en línea. La cibercultura es, por lo tanto, el resultado de cómo adaptamos y transformamos aspectos de nuestra cultura a las dinámicas del ciberespacio. Un entorno digital que no está ligado a un lugar geográfico específico, sino a una red de conexión virtual. Aquí la interacción es en “tiempo real” con personas de cualquier lugar del mundo, creando nuevas formas de comunidad, identidad y comunicación. En el ciberespacio, el contexto se define más por los intereses y las normas de las plataformas o aplicaciones que habites. 

En este caso podríamos pensar la geografía de la cibercultura como esas redes sociales a las que nos conectamos todos los días para hablar con amigos, o simplemente interactuar con los otros miembros de tu comunidad. Compartes contenido, creas vínculos emocionales y realizas transacciones en un sistema de economía digital.

A través de las redes sociales, creamos nuevas formas de comunidad e identidad, y estas formas también influyen en nuestra vida offline. En línea tenemos nuestros propios códigos, nuestras formas de relacionarnos, ¿recuerdas el GM y el GN ?

Pero, ¡spoiler alert! Como en toda sociedad, existen riesgos tanto en el entorno que habitamos como a nivel psicológico. En el caso del ciberespacio, uno de estos riesgos es la cámara de eco, un fenómeno que se alimenta y fortalece con el sesgo y la inevitable folksonomía de una sociedad algorítmica. ¡Uh! 

Voy a hacer una llamada a una amiga, se llama Yeny, somos amigas hace 15 años, estudiamos Artes Plásticas en la misma universidad, y hemos hablado varias veces sobre lo que entendemos por cultura, prácticas culturales, sociedad y arte; ella a diferencia mía no le gustan las redes sociales, prefiere el contacto real con las personas, el sentir y vivir la sociedad tocándole la piel, le gusta salir, escuchar la gente hablar, llorar con desconocidos, abrazar y ayudar. Por otro lado, yo siempre he sido un poco más digital, me cuesta relacionarme con personas desconocidas y conocidas, soy pez extraviado, sin cardumen, no me considero solitaria, pero definitivamente mi comodidad siempre ha sido la pecera digital. Creo que la llamaré, quiero contrastar todo lo que aquí te he escrito.

Mientras me contesta sigo pensando en la adaptación, la aceleración y volatilidad de la interacción digital, las comunidades nacen y pocas se sostienen, esto puede ocasionar un contagio de ansiedad, que seguro has escuchado: FOMO lo llaman, en el espacio digital. 

Quieres pertenecer y esto implica un proceso de adaptación, una capacidad de atravesar tan rápido y con sigilo esa corriente de usuarios, esa inexplicable sensación de vacío que crees que llenarás con likes, ser reconocido, recordado, destacado, en una multipantalla que se expande a una velocidad, que tu ojo no puede asimilar.

A diferencia del contexto físico, donde los factores geográficos, históricos y culturales son determinantes, el contexto en el ciberespacio es más global y deslocalizado. Aunque podemos interactuar en un mismo idioma y con nuestros propios referentes culturales, las plataformas tienden a crear un "contexto globalizado", donde los contenidos y los valores se mezclan y crean una cultura híbrida.

En el ciberespacio, una misma persona puede estar inmersa en múltiples contextos al tiempo, ya sea en una red social, un grupo de chat o un foro especializado. Para adaptarnos a cada uno de estos espacios, lo hacemos de manera distinta, es importante conocer los códigos de lenguaje. Por ejemplo, en mi caso debo ayudarme de aplicaciones y traductores para tratar de mantener conversaciones. 

Esta flexibilidad no suele encontrarse en los espacios físicos, donde el contexto habitualmente es más estático, donde los tiempos aunque no lo creamos pueden ser más limitados, por volver a mi ejemplo del traductor, es más complejo y tedioso tratar de conversar con alguien que no habla tu idioma, mediados por una aplicación de traducción —es irónico si lo piensas, el hecho de que el espacio virtual te permita tomarte unos minutos más, en algunos casos pausar las conversaciones, en el ir y venir, puedes retomar ideas y mediar tus palabras por medio de aplicaciones—.

Cada espacio digital, en el caso de una red social crea su propio contexto, incluyendo normas de interacción, lenguajes específicos y reglas de conducta. A su vez, estos contextos influyen en la manera en que percibimos a los usuarios, a los que luego veremos cómo personas cuando nos relacionemos en espacios físicos, generando un sincretismo entre las geografías que habitamos y ese ciberespacio.

La filosofía posthumanista, que explora los límites entre lo humano y lo artificial, también se conecta con la cibercultura, al plantearse preguntas sobre la realidad y el ser, sobre la identidad, la presencia, y el papel del ser humano en la era digital. Desde esta perspectiva, la cibercultura se ve como un campo de prácticas culturales y sociales, donde los significados, las normas y los valores son generados y transformados por las interacciones en línea. Los antropólogos de medios investigan la construcción de comunidades digitales, las interacciones interculturales, y cómo plataformas digitales como redes sociales influyen en estos.

Para no hacer de este texto una cátedra lo dejaremos acá, pero te dejo una lista de autores claves que te permitirán iniciar en el tema desde diferentes puntos de vista y líneas de tiempo. 

• Pierre Lévy: uno de los teóricos más influyentes en cibercultura, conocido por su obra "Cibercultura" (1997), en la cual explora cómo la tecnología transforma la sociedad y los conceptos de conocimiento y comunicación. Sus trabajos son esenciales para comprender la "inteligencia colectiva" y los cambios en los sistemas de conocimiento.

• Manuel Castells: su trilogía "La era de la información" examina cómo el surgimiento de las redes digitales cambia las estructuras económicas, políticas y sociales.

• Sherry Turkle: En "Alone Together", reflexiona sobre la relación que desarrollamos con la tecnología y cómo los entornos digitales modifican nuestra identidad y las conexiones emocionales.

• Donna Haraway: aunque no se centra exclusivamente en cibercultura, ofrece una base conceptual importante para discutir la identidad en un contexto tecnológico y post-humano.

• Derrick de Kerckhove: ha investigado cómo los medios y la tecnología moldean la percepción y la cognición humana. Su obra "La piel de la cultura" analiza la tecnología como una extensión de la mente y el cuerpo.

  

Escrito por @kellposky

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